El cine era mejor que la vida recorre esa búsqueda incesante por el sentido, “darle sentido a la existencia”, el personaje central de la historia Mejía “niño” nos va introduciendo lentamente en su búsqueda personal a través de sus recuerdos. La primera escena de esta historia nos introduce en la oscuridad, ese asunto solitario que es el cine. El encuentro con la pantalla abre el telón al ensueño. La ensoñación como una forma de sentido a la existencia. Mejía “niño” tiene su atención puesta en los amores platónicos que lo miran desde la pantalla, le guiñan sus ojos, lo enamoran. Pero también aguza su mirada para nombrarnos la abnegación de su madre Laura, la torpeza de su padre Mejía, las virtudes de su tía abuela quien le insufla un aire de aventura, de fantasía, a través de cientos de lecturas que le va regalando. Las historias de piratas y esos mares por donde navegan los corsarios de Emilio Salgari no desentonan con el mar que envuelve el mito de Evalú y el agua que lo cobija, agua a veces salada, a veces dulce, pero igual de móvil, de peligrosa, cuando se navega sin brújula rumbo a la catástrofe. Y es que esta historia está plagada de mujeres, esas que sostienen el hogar, la familia, pero que se esconden en la trastienda y que su ausencia derrumba lo que está alrededor. Evalú en cambio es la mujer mítica, el ideal platónico que no existe.
La literatura dirá Juan Diego Mejía, es la posibilidad de modificar la
realidad. Cuando Laura sueña con ir al Hotel Nutibara a ver a Matilde Diaz con
Lucho Bermúdez; se da la oportunidad de hacer eso que en la realidad nunca
hizo. Laura aparece soñando con la mujer que desea ser y no es. Laura se
enfrenta al mito, va a conocer a Matilde Díaz, y le sucede lo mismo que a todos
quienes le quitan la máscara, ven al otro como realmente es, es decir, un ser
humano falible, igual que cualquiera. De allí la belleza de la ensoñación, pues
le permite escapar a su realidad. Eso que hace Laura en la novela a través de
ese sueño, es lo mismo que hace Mejía “niño” a cada página, puede ganar los
partidos de fútbol que siempre perdió o besar a la niña que en la realidad le
fue esquiva por su timidez. La literatura entonces también puede ser un
mecanismo para destruir la timidez y paliar la realidad a veces aburrida, a
veces carente de sabor.
LAS MUJERES
Las mujeres en este libro son un poco de esto y lo otro. Por un lado
Laura, por otro Evalú que aparece como la mujer mítica, es decir, la invención,
el amor platónico si se quiere, que va a ser eso siempre, inalcanzable. Para
reforzar la idea, Mejía al abandonar a Laura en su búsqueda llega a un pueblo,
tal vez Puerto Berrío, después de buscarla varios meses; cuando la tiene a unos
metros, cuando ya comienza a escuchar su voz, esa voz ausente hace diez años,
decide retirarse, dejarla en el recuerdo. Pues, la ilusión desfallece cuando
miramos de frente al recuerdo. Esas idealizaciones del otro, en este caso de
Evalú atraviesan la novela, y a los demás personajes “desde los ojos de
Mejía”, la idea de Evalú los molesta, los acosa, les incomoda. Tal vez Evalú va
más allá del mito, termina representando la libertad, la mujer libre y eso la
hace tan atractiva; de allí que Mejía quiera encontrarla e intente poseerla,
pero equivocado logrará entender su imposible, pues la libertad no puede
encerrarse en una casa. De allí lo atractivo del mito, pero Laura al igual que
Mejía “niño” logran desenmascarar, aniquilar, dejar de lado esa imagen ahora
polvorienta, olvidada en algún pueblo apartado y caluroso frente al mar.
El melancólico Mejia, además alcohólico, tiene su apoyo en Laura, ese
pilar lo sostiene al punto que detiene su caída. La huída de Mejía en la
búsqueda de Evalú no es más que un irse para regresar. A veces tenemos que dar
un paso al costado para volver, con más fuerza, con otra mirada, precisamente
al lugar donde somos queridos.
El cine era mejor que la vida nos da la posibilidad de asistir a una
película que se va narrando escena tras escena a través de las palabras de Juan
Diego. Cosas como las cartas a los amores platónicos y la traición de los
amigos quienes dan a conocer esas cartas nos detonan la rabia, a veces la risa.
La escritura entonces nos detona un asunto bien particular y es la relación con
las personas, los seres humanos adscritos a un tiempo determinado, pero
también, la literatura como ese mecanismo para expresar las pasiones de eso que
somos ahora, pues las pasiones no prescriben.
TRANSICIÓN NIÑO HOMBRE
Mejía “niño” se despide de su niñez. El niño que
narra va evidenciando poco a poco que su vida cambia, sus pensamientos, sus
intereses y que tiene que cambiar su rol poco a poco hacia lo inevitable, la
juventud, con todo lo que conlleva ya que el conocimiento del mundo acarrea
otras responsabilidades. Por eso cuando es llevado al calabozo de la policía
por no tener papeles, se evidencia que la sociedad ya no lo ve como un niño. A
esto podemos añadir los amores, las traiciones de los amigos, que lo van
colocando en otra esfera; ya para él los juegos de vaqueros, de carritos, se
quedan cortos frente a las niñas que quiere, es decir, ¿cómo conquistar a sus
amores platónicos jugando a los vaqueros? es acá cuando su rol de niño necesita
cambiar, pues sus intereses están puestos en otra parte.
LOS OBJETOS TIENEN HISTORIA
La pérdida de la antioqueñidad, nacimiento de lo
paisa, es algo que plantea de cierta manera la historia, pues recorre esos
negocios de antaño en Guayaquil, en donde la palabra era respetada, casi ley.
Esos negocios que hace Mejía y que lo llevan a la bancarrota de alguna manera
nos hablan de otra época, que la palabra era respetada antaño, pero que esta
ciudad ahora “moderna” trae consigo otros valores, o mejor dicho, deja de lado
otros valores, para privilegiar el valor del dinero, la estafa, el vivo que
vive del bobo, dicho de otro modo, el valor de la palabra junto con otros
valores se transforma, se ve como de otro tiempo. Cuando aventuramos afirmar
que nace lo paisa, es precisamente la imagen estigmatizada del paisa que en
otras latitudes se caracteriza por lo creativo, lo berraco, lo animado, pero
también por su capacidad para “tumbar” al otro, para robarle, aprovecharse precisamente
de la buena fe de su prójimo.
El nuevo negocio de Mejía (padre) en Guayaquil va a
estar cargado de objetos que vienen contando otras historias, objetos con
cicatrices dirán algunos. Las vitrinas tienen historia, porque pertenecieron a
alguien que otrora se divirtió llenandolas de mercancía, el Vasco dirán unos
era su dueño. El lugar mismo perteneció al Judío, prestamista que con su
fracaso es presagio del nuevo negocio. Sí, los objetos, los lugares tienen
historia, a veces cíclica, indetenible.
Hablamos de Guayaquil como un personaje más, con su
unión entre lo rural y lo urbano, escuchamos algunos temas musicales que
constituyeron la “banda sonora” de algunos episodios de la historia, como las
ensoñaciones de Mejía con Evalú. Los asistentes referencian el cuento
“Sola en esta nube”, de Oscar Castro García, un monólogo de una prostituta que
habla sobre sus tiempos en Guayaquil, en los que se codeaba con gente muy
importante de la ciudad y el país.
CONCLUSIONES
En definitiva, El cine era mejor que la vida es una
gran historia cargada de un ambiente melancólico que recorre la ciudad de
Medellín en los años sesenta y las transformaciones de su gente al tiempo que
vemos cómo se transforma la ciudad para darle paso a la modernidad y junto con
ella a sus gentes.
Este libro para el grupo de lectura generó muchas
preguntas alrededor del Medellín del pasado. La historia de Medellín se cuela
en estas páginas para permitirnos caminar por las calles un poco empedradas,
empolvadas de un Medellín que sobrevive en el recuerdo, en las páginas de este
y otros libros que se resisten a olvidarla. Medellín es así, a veces cruel, a
veces descuidada, olvidadiza, pero sobre todo nostálgica en las palabras de
quienes la recuerdan llena de tangos, boleros y poemas.
En cuanto al estilo narrativo de Juan Diego algunos
integrantes del club manifestaron notar una influencia estilo monólogo, del que
Faulkner fue un máximo exponente. También hablamos del oficio de escribir y de
ser escritor, a partir de una entrevista vista en video hecha a Juan Diego.
Hablaron de las tensiones con la paternidad, tan
comunes cuando se es niño y adolescente hombre, y del cine como refugio en
aquella época (décadas de los 50 a los 70) , mucho más que ahora. También de
cómo el cine impone modelos de vestir, de vivir, de ser, y desde esta
perspectiva cómo influenció en Medellín aspectos como el vestuario, la música,
el peinado, entre otras formas de vivir y expresarse.
En algunas conversaciones hablamos sobre anécdotas
de la vida de los integrantes que se conectaban con algunas escenas del libro,
detonadas por este, algunas configuraciones familiares, rasgos característicos
de miembros de la familia evocados por los personajes de la novela, o de uno
mismo como lector, presentes en ellos como espejos, recuerdos de infancia,
entre otros asuntos.
También de los juegos realidad - ensoñación que
permanentemente atraviesan la novela, y que determinan mucha parte del carácter
de los personajes.
AL RESPECTO DEL ENCUENTRO CON JUAN DIEGO:
Impresiones de los asistentes:
Muy buen orador. La unión del personaje padre dio a
entender que el club no se había equivocado en su lectura al intuir que el
personaje de Mejía el papá del propio Juan Diego. El habla de la cercanía del
lector y del autor, repetía el no generar esa pleitesía hacia el artista, y eso
le parece bien a los lectores porque genera mejor afinidad y una relación más
profunda con la obra literaria.
Es muy familiar, provoca leer su otra obra, en la
que él hace una radiografía de Rodrigo Saldarriaga, director del Pequeño Teatro
y se reconcilia con él. Surgió la pregunta de si era verdad que en Cali y en
Pasto hay otros teatros parecidos al Teatro Junín, hechos por el mismo
arquitecto.
Siempre sorprende estar con los autores. Juan Diego
fue generoso en compartir información, muy abierto a compartir cosas íntimas y
muy personales, muchos quedaron antojados de leer “Soñamos que vendrían por el
mar”.