martes, 20 de junio de 2017

AHORA SOLO QUEDA LA CIUDAD


Las ciudades configuran lo que somos, nos enferman. La idea neoliberal frente al triunfo es una mentira. Padecemos la ciudad y su enfermedad dice Cristian, mientras mueve sus brazos a manera énfasis alrededor de su cien.



La rareza nos acompañó el sábado; los cuentos de Ahora solo queda la ciudad deseaban ser otra cosa, pero nadie supo qué. Pensábamos ingenuamente que Cristian podía ayudarnos con aquellas dudas que se gestaron en las historias que leímos, ¿quien se lanza al río en el cuento El cadáver? ¿Acaso el cadáver es un producto de la esquizofrenia del personaje, o por el contrario es latente en el cuento la  indiferencia de la ciudad? No lo sabemos. En estos cuentos todas las hipótesis son posibles, ya que en este universo el lector es partícipe. La invitación del autor, es a llenar los vacíos, a continuar las historias, a ser parte de este universo postapocalíptico.

Cosas similares ocurren en cuentos como El niño sin brazo, o Podría ser la hija perfecta o Entre los rieles, cuentos que comparten ese extrañeza sicológica. Pero como ya sabemos, nos enfrentamos a un universo donde podemos hablar con la hija perfecta, o quién sabe, tal vez  perdernos entre los rieles, buscando eso que tantos intentan ignorar. Si desaparecemos, nos pueden buscar cerca a los rieles, allí estaremos esperando media eternidad, junto al hombre que camina entre las paredes.



Imágenes que son palabras...

Indudablemente la comunicación audiovisual le sirvió a Cristian para poder pulir su estilo y fortalecer su habilidad para crear imágenes con palabras, esa genialidad nos transporta a escenarios que son tópicos del género fantástico, aunque con una mirada local. En cuentos como Familia o Ahora solo queda la ciudad, o Más allá de las ruinas, deambulamos por esos universos del mismo modo en que lo haríamos en el cine, ¿cómo explicarlo?, no hay manera, solo queda leerlo, leer los cuentos que nos llevan a un mundo enfermo, enrarecido, decadente, agonizante. “Hoy día intentar separar el cine de la literatura es muy difícil” dice Cristian. Además de que otros formatos narrativos lo han explorado, como lo hace el cómic por ejemplo. La literatura hoy día es sobre todo imagen, algo que tiene que ver con nuestro momento histórico, pero también con ese continuo explorar del arte; la literatura no escapa a esto y encontramos géneros que se van convirtiendo en una amalgama de lenguajes artísticos.



La ciudad personaje, la enfermedad...

La ciudad es un escenario supremamente complejo, máxime cuando es idealizada por quienes vienen de fuera, de lugares como lo rural. Esa ciudad como promesa de progreso a veces se transforma en un monstruo para quienes llegan. Esa idea de la ciudad como organismo le interesa a Cristian, así ya esté un poco obsoleta en el género (otros han trabajado la misma idea), o la ciudad dentro de la ciudad, como las matrioskas rusas. Así que, cuentos como Ahora solo queda la ciudad abordan un poco esto, la ciudad que destruye todo lo que somos, la ciudad que nos enferma.



El accidente en La Vuelta al mundo en 80 días...

Julio Verne es uno de esos escritores que se le aparecen a los jóvenes al igual que Stevenson o Salgari, tal vez porque la aventura, o el interés por conocer más allá del lugar donde viven, o mejor, la idea de que más allá de ese lugar la vida es fantástica, es una idea que acompaña a muchos jóvenes. Viajar alrededor del mundo es interesante, pero hacerlo de la mano de Phileas Fogg es increíble, encontrarse en una isla en medio de la nada en busca de un tesoro es maravilloso, o ser un corsario y recorrer el mar en medio de lugares exóticos y desconocidos lo es aún más.

Ese atractivo tienen los libros, pero Cristian encontraría otros que lo enrutaron a escribir; Blade Runner, esa película de Ridley Scott basada en el libro de Philip K. Dick Sueñan los androides con ovejas eléctricas, va a detonar en Cristian la idea de que a través de la literatura se puede crear cualquier universo. La brutalidad de de esos autores lo llevó a pasar de la literatura de aventuras del siglo XIX a autores como Edgar Allan Poe, Stephen King, Lovercraft, Willie Dixon.

Llegar a Medellín le permitió a Cristian ver mucho cine de ciencia ficción, y con él conocer a otros autores como Ray Bradbury,  y darse cuenta de los alcances de la imaginación. Esa renovación a Cristian le permite sentir que la libertad, el poder de hacer cualquier cosa, se puede lograr a través de la literatura.



El nombre del mundo es bosque
Las recomendaciones no faltan, Ursula le Guin con La mano izquierda de la oscuridad, o El nombre del mundo es bosque, esa ciencia ficción de los 70 que sobrepasa el tema de la ciencia ficción dura y que llega a la ciencia ficción política, escrita por otro tipo de personas que no eran científicos, que venían de la ciencias humanas, haciendo una ciencia ficción más social. Comienza a haber una serie de temas que antes no había, el sexo, la religión, la droga, miradas más experimentales en la estética del lenguaje y las historias que en el género no había hasta entonces.

Visiones peligrosas, de Harlan Ellison, son dos tomos donde el autor hace una antología de autores de la nueva ola de la ciencia ficción, todos esos temas de los que hablamos antes. Esas nuevas voces se encuentran allí en aquellos libritos azules, muy baratos que se pueden encontrar en las bibliotecas públicas de la ciudad.

La ciencia ficción o fantasía latinoamericana

Después de pasar por la ciencia ficción de los años sesenta, nos encontramos en américa hablando un poco de esos autores latinoamericanos que exploran el género de la fantasía y lo fantástico. Fantasía a la manera de García Márquez, pero también a la manera de Cortázar, donde aparece la extrañeza, pero las personas en su cotidianidad la asumen como algo natural o normal, el caso de Carta a una señorita en París de Julio Cortázar, donde vomitar conejitos se asume con naturalidad, o Casa Tomada, donde algo se toma la casa, pero los niños se van adecuando a esa realidad. Otros autores son Felisberto Hernández, con La ventana, o muebles el canario, o El balcón, Encendimos las lámparas, o Mario Lebrejo. Adolfo Bio Casares, con La invención de Muriel. Un escritor un poco desconocido es René Rebetez, representante de la ciencia ficción colombiana, un viajero que en México funda una revista, los Argonautas, aunque hizo toda su obra en México, termina en San Andrés y Providencia, libros como Amanecer y otros relatos, cuentos de amor y otros relatos, son algunos de sus libros, muchos críticos colombianos no lo han querido explorar. Otros autores colombianos como Germán Espinosa en su primer libro de cuentos tiene ciencia ficción La noche de la Trapa. En México Carlos Fuentes con Aura. Muchos, pero para iniciar estos pocos que ya mencionamos.

La extrapolación de la ciencia ficción

Cristian nos habla un poco de su idea de la ciencia ficción, no como algo que predice el futuro, si no más bien como un ejercicio narrativo que tiene como tiempo el futuro, como pretexto para hablar del presente. Cuando uno lee ciencia ficción lo que estamos leyendo realmente es el momento histórico de esos autores, a pesar que la historia ocurra a quinientos millones de años luz de la tierra.

El niño sin brazo


El cuerpo como territorio, pero también como objeto de exploración, aparece en este cuento de Cristian. Una historia extraña sobre alguien que perdió un miembro de su cuerpo y que todavía lo siente,  detonaron en Cristian la improvisación sobre el papel, cosa que logró darle vida al cuento El niño sin brazo.
La extrañeza aparece de nuevo, pero también la inquietud frente a las extensiones del cuerpo que para algunos son molestas. Así como alguien siente su brazo a pesar de no tenerlo, otros desean quitarse uno de sus miembros porque piensan que no les pertenece, que son de otros. Esa extrañeza, es la que envuelve este cuento que también deambula en el terreno oscuro de la demencia.
Como ya lo expresó Cristian, una familia que decide adoptar un brazo como si fuera un niño no es tan raro, en este universo donde el lector hace parte de la historia quedamos con un montón de preguntas. La invitación al final entonces, es leer los cuentos de Cristian y que ustedes me cuenten cómo les parecieron, les gustaron o no.