SOBRE SERGIO OCAMPO MADRID EN EL CUBO DE LECTURA
(ADOPTA UN AUTOR)
(ADOPTA UN AUTOR)
Adoptar
un escritor se parece a conseguir una nueva novia, no sabes lo que te va a
tocar, qué esconde a la hora de leerla, no la conoces realmente, cómo
piensa, si es graciosa o no, si por el
contrario tendrás que robarle las palabras o ella se apoderará de la
conversación a tal punto que tus palabras no importen. Todo esto vale la pena,
porque sobre todo, tener una nueva novia es una alegría, aunque efímera,
alegría al fin y al cabo.
Abrir
un nuevo libro ya es una aventura, pero uno de un escritor con el que podrás
hablar dentro de un mes o dos, al que podrás decirle lo que te gustó o no, hace
que sea otra cosa. La taquicardia solo
cesa cuando el escritor llega y puedes escuchar su voz cuando se despide.
¿Cómo
será el escritor que adoptaremos este año?, es una pregunta que lancé al club
de lectura “El Cubo de Lectura”. Todos estaban expectantes frente a cosas como:
qué nombre tendrá, será hombre o mujer, colombiano o extranjero, qué escribe.
Preguntas sobre un desconocido que nos iba a acompañar por los próximos dos
meses en nuestras lecturas. Y como cuando conseguimos una nueva novia, nos
pusimos nerviosos.
Algunas
frases de sus libros “limpieza de oficio” y
“A Larissa no
le gustaban los escargots" Fue el primer acercamiento.
“Circunspectos, los payasos resistieron bajo sus pelucas la
comezón y el cansancio y se vieron los maquillajes estropeados por las lágrimas
de la mañana y los sudores del encierro y la marcha”.
“El calor se le subió a la cabeza y un atolondramiento la inhabilitó por
un instante largo, muy largo. Se sentía perdida, despeinada y temblorosa con
los codos en la mesa aguardando el paisaje desolador de los platos vacíos.”
Estas
frases dieron pie para imaginarlo, para intentar adivinar de quien se trataba,
quien era ese que se escondía detrás de las palabras que nombraban payasos y a una
mujer a la que no les gustaba los escargots. Este primer ejercicio buscaba que
pudieran imaginar al que escribe, ver como sus frases, sus palabras se parecían
a él.
“Debe
ser una mujer, que no le gusta la comida, además es muy problemática, o mejor
aún, es un hombre que es capaz de meterse en la mente de los personajes que
escribe”, escribió Ana Lya.
“Viene de un pueblo caluroso y cuando estaba niño le tenía mucho miedo a los payasos; una vez creció se dio cuenta que eran personas tristes y que tanto maquillaje lo que buscaba aparte de generar gracia era esconder la tristeza. Ya nunca más tuvo miedo de ellos, este se transformó en lástima.
Ahora este escritor vive solo, nadie
lo espera en la casa, esto le permite tener mucho tiempo para escribir pero al
mismo tiempo lo vuelve una persona difícil de relacionarse con los
demás....Tantas palabras escritas en sus cuadernos, pero cuando está con gente
no le sale ni una, se dedica a mirar como los demás mueven sus labios y a mirar
sus caras en detalle y con esto construye nuevos personajes en sus libros.
Este es mi escritor, el de las manos
anchas, la mirada triste y el caminar lento.” Cuando Carolina leyó esto, nos
dimos cuenta que el escritor que nos visitaría podía inspirar palabras muy
bellas.
Todo
esto sirvió de antesala para comunicarles que no era mujer, que venía de este
país, Colombia. Además que de sus tres libros publicados, solo podríamos leer
dos, debido a la dificultad para conseguir los demás.
Esperaba
que el día del encuentro llegara de
chaqueta negra y pantalón oscuro, con la seriedad que caracteriza a algunos que
se dedican a las letras, por esto me había traído mi blazer negro. Una botella
de agua acompañaba una pequeña mesa, al lado, unos libros de los talleres
literarios de la biblioteca servirían como obsequio. Sergio llegó vestido con
una camisa clara, un pantalón camuflado verde, de esos que usan los soldados y
unos tenis, con esto me di cuenta que el protocolo no podría aplicarse este
día, que el auditorio se convertiría en algo incómodo. “no
hermano, ese auditorio es muy formal, además son muy pocas personas, yo me
siento en el piso, corremos esas sillas y la gente alrededor, ¿les proponemos
eso?”
¿Frente
a su incomodidad que hacer? Al final una decisión salomónica nos salvó de
soportar dos horas en el piso sin donde anclar la espalda. Algunas sillas en semicírculo
servirían para generar el ambiente de familiaridad y poder conversar sin
necesidad de usar micrófono.
¿Cómo
iniciar la conversación? Claro, el ejercicio donde todos habían imaginado al
escritor a partir de algunos textos suyos, esto daría pie para que Sergio se
hiciera una idea de a quien esperaban y quien había llegado. Para iniciar nada
mejor que la lectura de Ana Lya y su visión de un escritor femenino atrapado en
Sergio, que resultó ser un cumplido, pero además dos preguntas finales que
permitieron abrir la conversación. ¿Eres una persona muy melancólica? Nada más
extraño para alguien a quien imaginaron a partir de textos tristes, y es que si
le hacen la pregunta a Sergio, él no tiene más remedio que intentar responder.
Parafraseándolo recuerdo algunas cosas.
— Si lo pienso bien, los personajes de mis
novelas y cuentos están marcados por una atmosfera de tristeza, mira el cuento
“El urapán que comía cometas” es una historia triste, “A Larissa no le gustaban
los escargot” también tiene un final triste, además ella está marcada por el
desamor, pero tiene que desprenderse de los caracoles que la sacaron de esa
vida plana en la que vive, al final del cuento los vuelve a llevar a donde
pertenecen, si ven, un final muy triste.
El
hombre que murió la víspera también tiene un final triste y este personaje
Bruno, está enmarcado dentro de un asunto muy extraño, porque sabe todo sobre
la muerte, pero lo interesante es que aunque habite cementerios todo el tiempo,
allí encuentra sucesos fantásticos que le muestran que la vida lo puede
maravillar con pequeñas cosas, como esa flor que desde hace cien años aparece
sobra una tumba en forma ininterrumpida, nadie sabe cómo sucede, pero ya es una
leyenda.
Limpieza
de oficio tiene a este personaje Pacho que vive solo, porque está dedicado todo
el tiempo al periodismo, pero que para vencer esta monotonía decide añadir
elementos nuevos a las escenas de los
crímenes, (pequeñas notas, flores, hojas de trébol) donde aparecen los payasos
muertos y esto le abre un universo que le permite escribir cosas más interesantes
de crónica roja. Es una manera también de combatir la tristeza o aburrimiento
en que vive — Una pausa, un poco de tinto para
seguir hablando.
Para
Sergio Ocampo hablar sobre sus libros es un asunto que sobrepasa el tiempo. ¿Le
pregunto, hasta que hora tenemos? No te preocupes, hasta la hora que quieran.
Sergio cuenta cada detalle de sus historias, cómo surgen, su misterio.
Carolina
quiere saber sobre esos temas comunes que percibe en su libro de cuentos “A
Larissa no le gustaban los escargots”, y además quiere saber cómo surgen, de donde salen esas historias.
— Bueno, pues el cuento del “El urapán que
comía cometas”, surge de una imagen, un árbol inmenso lleno de cometas que es
verdad, pensé que podría escribir algo, imaginé que ese árbol que se come las
cometas había estado ahí antes que todas las personas, las casas, los carros que están hoy alrededor. Pero Larissa surgió de una historia que me contó
un amigo que vive en España, el no hizo lo que Larissa, devolverse a Francia a
devolver los caracoles que encontró en la maleta cuando llegó a España, pero si
se encariño con ellos. Yo le pedí permiso para tomar su historia y en lugar de
él, inventar una señora cincuentona, solitaria que viviera en Europa, porque
nosotros aquí en Colombia no hemos llegado a esos niveles de soledad tan
grandes, entonces no hubiera sido creíble. “Indigente de siete a cinco” es una
historia real, el señor existe. “Un regalo de Epifanía”; este cuento surgió en
invierno y quería escribir algo, pero Santa, o el Niño Dios, eran cosas muy
obvias, entonces se me ocurrió eso de ¿Qué pasaría si los reyes magos llegaran
a España en 2008 o 2010, no recuerdo? Cómo los tratarían, además acababa de
pasar lo de las bombas en el metro. Es una historia muy divertida, todos esos
datos sobre cuantos eran los reyes magos, si tres, cuatro, o cien, son reales,
además en ninguna parte dice que había un rey mago negro.
La
conversación transcurre entre anécdotas, risas, datos. ¿Vos sos una persona muy
sola?, pregunta Martha, es que en tus libros ese asunto es permanente.
Será
que Sergio sucumbe a la pregunta, o por el contrario sus personajes logran
hablar por él.
— Yo estudié psicología y eso me sirve para
poder darle credibilidad a mis personajes, eso de lo personal a muchas personas
las atrae y lo relacionan con lo que uno escribe, eso es muy extraño, no
encuentro cual es la fascinación con la vida personal. Yo no soy un tipo
solitario, todo lo contrario, pero encuentro un placer estético, es decir, para
mí es más interesante un final triste que uno alegre, creo que hay más
posibilidades para lograr lo que quiero cuando el final es melancólico, los
finales felices no me permiten lograr lo que yo quiero — Un poco de agua, una buena respuesta.
Parafraseo
lo que expresa Sergio Ocampo, pienso que ese asunto de lo triste debe tener
algo que ver con Edgar Allan Poe y la fascinación por la muerte, la tristeza,
la obscuridad, pero me abstengo de preguntar, dejo que otros lo hagan.
Michael,
le pregunta por la dificultad de conseguir sus libros, ¿otra editorial los
podría editar? — Por supuesto, eso lo
estoy averiguando.
Después
de dos horas de conversación aprovechamos para dar algunos regalos, una medalla
a la mejor lectora del Cubo de Lectura (Carolina), además la más participativa,
un regalo para Sergio, rifas de algunos libros para los asistentes y tiempo
para autógrafos y fotos.
Sergio
no se quiere ir, se siente acompañado, no está solo, todos queremos escuchar
sus historias, es hora de cerrar el auditorio y las preguntas siguen, ya no es
necesario moderar, el hielo está roto, las fronteras entre invitado e invitados
no se pueden ver cuando las manos cálidas se encuentran, se escuchan risas, un
abrazo de agradecimiento y la promesa de un nuevo libro de cuentos que pronto
verá la luz, preguntas al aire, algunos miran la cartelera donde está el ciclo
de cine de terror, la primera película Sergio la nombra en “Limpieza de
Oficio”, es un observador inquieto, lo veo caminar, alejarse, con la vitalidad
de un joven de quince años.
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